Muchos jóvenes, desenfadados e inquietos, con algo de rebeldes pero militantes de la contrarrevolución, se plantan ante la deriva de una sociedad que les augura una existencia vacía de todo contenido y fin, además de un futuro angustioso y desesperante.

Los dos últimos artículos de historia los dediqué a la época imperial de Constantino I el grande, emperador que favoreció positivamente a los cristianos (Edicto de Milán, Concilio de Nicea…) hecho que permitió la expansión fácil y rápida del cristianismo por todo el imperio y la instauración de la Iglesia y sus jerarquías en las diferentes ciudades. Sin embargo, aunque se señaló de manera escueta, no dediqué tiempo a los años previos a este florecimiento del cristianismo y a los años de paz a pesar, eso sí, de los problemas internos que surgieron en la Iglesia como consecuencia de las fuertes disputas teológicas, es decir, las herejías.  

Resulta que la época más boyante del cristianismo en la antigüedad sucedió a una época en la que se llevó la persecución más dura que habían conocido los cristianos por parte de las autoridades imperiales. Diocleciano (244-311), emperador de los romanos, fundador de la tetrarquía para la mejor administración política del imperio, pagano convencido y preocupado por la extensión de la fe cristiana en retraimiento de la religión romana, llevó a cabo una de las persecuciones a los fieles de la Iglesia que se recuerdan con mayor horror, debido a la violencia y la saña de Roma. Se cerraron y destruyeron iglesias, se expulsó de la administración a todo cristiano y se llegó a obligar bajo pena de muerte el sacrificio de animales a las divinidades romanas, a sabiendas de que sería una buena criba para denunciar a los cristianos, pues estos se negarían. Pero, a pesar de todas estas ignominias, como decíamos, una época de bonanza esperaba a los cristianos.

En nuestra época actual el nihilismo conjugado con otras corrientes filosóficas que, aunque desconocidas e inconscientemente, infectan las mentes de los europeos, ha provocado un descenso de los fieles, un abandono de los templos, la apostasía de miles de creyentes y una sociedad decidida a darle la espalda a Dios. No solo un abandono y un rechazo de la fe católica (si bien es cierto que es la Iglesia la que mayor críticas, vilipendios e insultos recibe) sino un abandono del concepto de Dios, de trascendencia y de tantos otros que nos conectan con una realidad superior. Todo ello ha provocado una sociedad infectada por miles de enfermedades, desesperanzada y débil. La vida se convierte en un peso, los problemas en un sufrimiento inaceptable y las virtudes que antes guiaban al hombre se sustituyen por una serie de valores relativizados que no conducen más que a la anarquía moral. Una sociedad eternamente frustrada que vive agónicamente intentando buscar el consuelo y la alegría en cientos de miles de recetas, desde el yoga hasta el tarot, desde los libros de autoayuda hasta los folletos para una filosofía estoica, desde las terapias de autoestima y las técnicas de meditación hasta los libros con recetas psicológicas para poder hacer la vida más soportable, pasando por los cursos de Llados y las tantas tantas sectas activas de todo tipo.  El hombre, confrontado interiormente entre una inclinación natural que le empuja a creer en el más allá y en la existencia de lo Superior y una sociedad profundamente racionalista, nihilista y cientificista que le indica la imposibilidad de la existencia de Dios, basándose en la supuesta incoherencia e irracionalidad de este, busca en estas modas mesiánicas la esperanza mínima que le permita llevar a término esta vida.

Todo ello, junto a los ataques y vilipendios constantes que sufre la Iglesia como ya se ha señalado (veamos la última risotada y “atrevimiento” de Rihanna, aplaudida y celebrada por fans y “celebridades” de todo el orbe), ha conducido a la Iglesia a una época de oscuridad, una crisis marcada como decíamos por el abandono de la fe, que se ha visto pronunciada por una especie de complejo que arrastran los creyentes y las jerarquías eclesiásticas, complejo por saberse herederos de una tradición que muchos parecen hoy querer sacudirse de encima, como si les anclase a un pasado oscuro y tenebroso.

Pero de esta crisis y época oscura la Iglesia saldrá reparada y sanada, conociendo una época de paz y de bonanza, como la que conoció tras las terribles persecuciones de Diocleciano. Hoy la persecución (en Europa, y bien digo en Europa, no siendo así en otros lugares del mundo) es de otra naturaleza, y aunque más silenciosa y sin utilización directa de la violencia física, las consecuencias son peores y más negativas, pues de la persecución militar surgían el heroísmo cristiano, el martirio, no siendo así de la persecución y el acoso moderno, que se fundamenta en la ridiculización y el desdén de los creyentes. Sin embargo, hay signos que anuncian un rebrote de la fe fruto de la esperanza y la oración de tantos fieles que se resisten a la descristianización y la apostasía de una Europa que saben que no tendría razón de ser si no fuese por la Iglesia católica. Muchos de los jóvenes que no han sido bautizados por el abandono de la fe de generaciones anteriores, buscan hoy la esperanza del mensaje de Cristo a través del Bautismo. Conocíamos así la noticia ilusionante de un aumento de los bautizados en la pasada Semana Santa en Francia, uno de los países que más ha sufrido la descristianización y la apostasía. Este fin de semana veíamos como la peregrinación celebrada desde hace más de cuatro décadas a la Catedral de Nuestra Señora de Chartres con motivo de la celebración de la fiesta de Pentecostés, batía su récord de asistencia con más de 16000 peregrinos de varios países del mundo que, unidos en la fe de la Iglesia, deciden dar un paso al frente en defensa de la Tradición y la Liturgia Tradicional. Muchos jóvenes, desenfadados e inquietos, con algo de rebeldes pero militantes de la contrarrevolución, se plantan ante la deriva de una sociedad que les augura una existencia vacía de todo contenido y fin, además de un futuro angustioso y desesperante.

Claro que todo esto tiene que verse en perspectiva, sin perder de vista que los problemas que afectan hoy a Europa siguen siendo muchos y de difícil solución (que no imposible). Pero, entre todos los problemas, debemos ver los signos de esperanza, como los cientos de cruces, imágenes y estandartes que recorrían hace unos días los 100 kilómetros que separan París de Chartres, en defensa de la Fe y de la Tradición.

Categorías: Pensamiento

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