Hombre polémico, supo sanamente utilizar las ideas de sus contrarios para confirmar las suyas. Un ejemplo de hombre valiente que huyó del regocijo que supone siempre leer a los tuyos.

Se cumple hoy el 150 aniversario de uno de los escritores más importantes de las letras británicas: Gilbert Keith Chesterton.

Podrían ser muchos los temas abordados desde la obra de Chesterton debido a su afán por el debate y la discusión, hecho que le hizo tratar una cantidad enorme de cuestiones, siempre con la sencillez y agudeza que le caracterizan. Hombre polémico, supo sanamente utilizar las ideas de sus contrarios para confirmar las suyas. Un ejemplo de hombre valiente que huyó del regocijo que supone siempre leer a los tuyos. Tratando los temas más trascendentales, complejos y decisivos para el hombre, Chesterton, a través de sus metáforas y comparaciones acerca al lector a realidades complejas de una forma sencilla y clarividente, invitándole a entrar por completo en el relato. Con sus agudas ocurrencias despierta el interés de sus lectores envolviéndoles con su prosa ingeniosa.

La peculiaridad de un genio reside precisamente en esa capacidad de presentar lo complejo de una forma sencilla sin violentar su naturaleza. Fueron muchas las obras de todo tipo de géneros que salieron de su pluma, así como cientos de artículos que le ocasionaron no pocos enemigos. Su visión tradicional y católica de la vida tras su conversión (un proceso interesante que aborda en su obra Ortodoxia) incomodó a muchos de sus contemporáneos. Esa visión le condujo a un agudo análisis de la realidad que le tocó vivir, identificando perspicazmente los errores de su tiempo, lo que cristalizó en un libro que resulta ser un arrebato, desde la inteligencia y la serenidad, contra la modernidad y sus “soluciones” a problemas de los que se desconocen las primeras causas. La fiebre modernista, ante la irreprochable confirmación de los problemas que nos asedian, se precipita por ofrecer soluciones que no acaban siendo más que parches que por un tiempo determinado ayudan a la contención de las peores consecuencias. Pero para solucionar un problema sería conveniente conocer las causas que hasta él nos han conducido.

Esa brillante mirada de la realidad le condujo también a escribir uno de los libros más vibrantes escritos sobre el misterio humano: no solo supo con agudeza y perspicacia comprender a la sociedad, sino también a los hombres que la componen. De esa mirada avispada e intensa surge otra de sus obras cumbre por ofrecernos un relato y una idea del hombre tan bella como luminosa: El hombre eterno. Frente a esa concepción evolucionista del hombre, cambiante, dividida en etapas, efímera y pasajera, Chesterton nos ofrece una idea de un hombre perpetuo, un hombre asociado a la perennidad que le confiere el hecho de ser una criatura concebida a semejanza de Dios. De hecho, nos dice el autor, que el hombre es la única criatura creada y a su vez creadora, algo que marca su nota de distinción frente a todos los demás elementos que podemos encontrar en el mundo. De esa capacidad creadora del hombre nace su firma: el arte. Con esta bella frase sentencia Chesterton su visión: “El arte es la firma del hombre”. Por ello empieza con los hombres de las cavernas en sus primeras páginas. Aquellos seres oscuros, que vivían en cuevas y se vestían con pieles, tenían un rasgo de distinción que todavía hoy sigue siendo propio de los hombres: su expresión creativa a través del arte. Por ello nos enseña Chesterton que podemos afirmar sin miedo aquello que él mismo ya apunta en su título: que el hombre de hoy es el mismo que el hombre de ayer. En definitiva, que el hombre es eterno. Evolucionarían a lo largo de los siglos las técnicas, los medios e instrumentos, incluso la morfología de aquellos hombres de las cavernas. Pero desde entonces, el hombre llevó a cabo esa actividad que nunca los otros seres pudieron ni podrán realizar.

Chesterton es, en definitiva, uno de esos genios de ideas vibrantes y atrevidas, provocadoras no porque inviten al enfrentamiento desquiciado, sino porque inducen al pensamiento y a la reflexión, a la búsqueda de La Verdad y al acercamiento a lo misterioso. Es decir, el otro rasgo distintivo que dota al hombre de una dignidad inherente a su naturaleza.

El hombre eterno y Lo que está mal en el mundo, dos grandes obras del autor.

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