Vender su alma como lo hizo por la consecución de un puñado de votos que le permitiese continuar ocupando la poltrona le ha conducido a tener que soportar un chantaje continuo (por otro lado, nada extraño por parte de quien lo realiza, pues tontos serían si diesen sus votos a cambio de nada) que hoy llega a rozar el delirio.

Pedro Sánchez se ha convertido en reo de sus mentiras, sus falsificaciones y actuaciones, aunque todo esto no parece pasarle factura. Pero lo que sí que le pasará factura es haberse convertido en reo de sus “amistades” políticas y “aliados”. Vender su alma como lo hizo por la consecución de un puñado de votos que le permitiese continuar ocupando la poltrona le ha conducido a tener que soportar un chantaje continuo (por otro lado, nada extraño por parte de quien lo realiza, pues tontos serían si diesen sus votos a cambio de nada) que hoy llega a rozar el delirio.

Uno de los hombres que dio sus votos para la investidura de Pedro Sánchez, que cometió uno de los delitos más graves como es atentar contra la unidad de la patria y que cobardemente se exilió cuando todo se le vino en contra, para no tener que enfrentar el proceso penal que se le abría, pedirá ser investido presidente de la Generalitat para continuar con su agenda de secesión, la cual no ha cambiado desde 2017.

Y a Sánchez, como reo que es, no le quedará más que aceptar las condiciones de sus amos. Él no ganó las elecciones y fue investido presidente. Y esta misma lógica la sigue ahora Puigdemont para decirle a Sánchez que también él tiene derecho a ser presidente de Cataluña pese a no ser la candidatura más votada y tener siete diputados menos que el PSC. Pero Sánchez, sin arrugarse ni avergonzarse, pedirá a Illa que le deje paso a Puigdemont. Sabe todo lo que se juega y que significaría la pérdida de su apoyo.

Observar la situación en la que nos encontramos fríamente y reduciéndola al absurdo puede resultar ser un buen ejercicio para comenzar a tomar conciencia de la situación política y social que atraviesa España: un hombre declara ilegalmente la independencia de un parte del territorio, con las consecuencias que supone para toda la población, especialmente la catalana, a nivel de derechos, seguridad legal, seguridad económica… La maquinaria del Estado central se pone a trabajar para que aquellos que han cometido una ilegalidad paguen por sus consecuencias y, resulta que, el cabecilla principal, a sabiendas de lo que le ocurriría y le esperaba, decide marcharse de España y de su “amada” Cataluña en un vil acto de traición a todos sus compañeros, amigos, aliados … Todo ello para comenzar un proceso lamentable de victimización desde el “exilio”. Este hombre, llamado Puigdemont, que en cualquier sociedad sana debería ser recordado como un traidor, olvidado y marginado, resulta que ha sido el segundo hombre más votado de Cataluña, que chantajea abiertamente y sin temor al presidente del gobierno y que se ha convertido en el potencial presidente de la Generalitat.

Todo esto debería ser suficiente para hacernos ver que el actual sistema que existe en España fundamentado en un legalismo militante (e irritante) es un sistema caduco y desfasado que debería invitar a plantearnos si verdaderamente queremos continuar en esta dinámica que no tiene otro fin (aunque se vaya retrasando) que la ruptura de España y su desintegración. Efectivamente la maquinaria estatal, como señalábamos antes, actuó contra ciertos individuos que quisieron romper España… porque cometían una ilegalidad. ¿Y si el camino emprendido hubiese sido otro? ¿Y si llegamos al punto en el que, amparándose en la ley positiva y utilizando todos sus resquicios y desperfectos, se permitiese a los independentistas alcanzar sus objetivos? Entonces el Estado y toda su maquinaria, ¿no actuaría? La defensa de España, de su unidad y de su integridad, no puede ser defendida en función de unas leyes positivas que pueden ser cambiables y moldeables. Fundamentar todo un sistema en este legalismo delirante (muy propio de la oposición actual) conduce a la consolidación de leyes dúctiles que permiten su manipulación y modelación en función de los intereses particulares, partidistas y transitorios. Veamos por ejemplo qué ha pasado con la amnistía. Gracias a ella, se permite el olvido de todos los delitos cometidos. Lo que antes significaba quebrantar la ley y ser condenado, ahora resulta que no es considerado ilícito.

La recuperación de la Ley Natural y y el desarrollo del derecho positivo a partir de esta (algo que creíamos superado) se manifiesta sin embargo necesario y urgente en nuestro tiempo.

Categorías: Pensamiento

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