O conmigo o contra mí.
Tres días después de la comparecencia del presidente del gobierno todo está dicho y todas las opiniones han sido vertidas y puestas sobre la mesa. Pero considero que los acontecimientos sucedidos este fin de semana en España son tan negativos e increíbles (porque realmente cuesta creerlos) que no está de menos recordar algunas de las cosas que dijo nuestro presidente en un discurso que, como su carta a la ciudadanía, fue ñoño, sentimentaloide y de baja altura intelectual, pero perfectamente orquestado, preparado, maniatado y calculado, como todo lo que acostumbra a hacer nuestro presidente, pues se juega mucho.
Los que se sorprendieron por una carta en la que un presidente declaraba su decisión de retirarse unos días para reflexionar a cerca de su continuación o no en el puesto en base a unos argumentos en los que apelaba a las emociones y los sentimientos, deben saber que la jugada es de una de esas que pueden calificarse como maestras. Pues en la sociedad en la que vivimos, apelar a las conciencias o la razón sería desastroso y poco productivo, mientras que apelar a las emociones sirve para hacer llorar incluso a los zalameros intelectualoides de nuestro país (que se lo pregunten a Almodóvar, tocayo de nuestro presidente). Por ello Pedro Sánchez apeló a la hipersensibilidad reinante de nuestra sociedad victimizándose sin ningún sentido del ridículo a sabiendas de que una buena parte de la masa social opinaría tildándole de pobrecito. Pero quien alejando las emociones lleve a cabo un análisis racional de la realidad que atraviesa España y el Gobierno, no podrá sino llegar a la conclusión de que Sánchez es una persona que merece otras opiniones muy distintas a las de pobrecito. Utilizar a tu mujer y a tu familia para poner en marcha una estrategia política debería ser un aviso a navegantes sobre la personalidad del hombre que nos gobierna. Victimizarse de esa manera ñoña podría ser otro de los parámetros que podríamos utilizar para encender las alarmas ante un presidente frívolo y maquinador. Siempre que alguien se victimiza, lo hace con segundas intenciones. Pero el uso de la mentira deliberadamente sin pudor ético ni moral debería de ser sin lugar a duda el indicador fundamental para hacernos ver que Sánchez tiene una estrategia bien delineada y diseñada, más cuando se presenta a la sociedad como el muro de contención contra los bulos, la mala prensa y la desinformación. El objetivo y el plan de Sánchez no es otro que el ya contemplado por aquellos que aun no están podridos ideológicamente o untados económicamente: aferrase a un poder que quiere ampliar y ensanchar. Y en su discurso, ha dejado varias perlas que inquietan y exasperan. Por razones de espacio y extensión las reduciré a dos.
La primera de estas perlas es el “punto y aparte”. “No es un punto y seguido” nos ha dicho el presidente. Y esto, aunque pudiese saberse, inquieta escucharlo directamente y sin dilaciones de los labios de quien ostenta la responsabilidad del poder ejecutivo. Pues el proceso de asalto y toma de las instituciones no hará más que acelerarse a partir de ahora. Se asaltará el CGPJ y la independencia judicial (por otro lado ya tocada e imperfecta en España) a través de medidas controvertidas como la rebaja de la mayoría parlamentaria que se necesita para la reforma del CGPJ.
La segunda de las perlas de Sánchez y quizá más inquietante si cabe ha sido su frase “una reflexión colectiva que abra paso a la limpieza, a la regeneración”. Esa reflexión colectiva no es más que las medidas y atropellos del gobierno que impulsará a partir de ahora para intentar acabar con todo foco de disidencia que le incomode. Pero ¿por qué lo llama reflexión colectiva? Porque justificará todas sus actuaciones con “el apoyo de las calles”. El retiro de Sánchez no era más que la estrategia necesaria para desviar el foco de los asuntos presuntamente delictivos de su mujer y para conseguir una “movilización social” que le sirviese como baza para decir lo que nos dijo el lunes: que sus medidas de “limpieza” nacerán de una reflexión social. No nos olvidemos que la asistencia a la manifestación de Ferraz el sábado pasado fue de 12000 personas. En esa misma calle hubo durante decenas de días miles y miles de españoles que vinieron incluso de otros puntos de España (y no en autobuses pagados por la oposición) para pedir su dimisión, lo que sirvió al presidente únicamente para tildarlos de ultraderechistas, como a todos los que no aceptan sus preceptos.
Sánchez ha emprendido la utilización constante de un discurso maniqueo que reduce todo a dos posiciones irreconciliables: o conmigo o contra mí. O el bien, o el mal. Toda la realidad política y social española ha sido reducida a estas dos posturas. Y las consecuencias de una sociedad cada vez más polarizada y de posturas más enfrentadas sabemos bien cuáles son, o deberíamos.
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